viernes, 13 de mayo de 2011

La historia sin contar

Aquello empezó hace tiempo, casi fines de 2008. Él era mi amigo y yo negaba que me pasaba algo con él porque encuentro inadmisible estar con un tipo con novia, y ella no era cualquier novia, era la mejor amiga de una amiga mía, así que mejor que me mintiera a mí misma. Las cosas se desarrollaron de tal manera que lo que yo sentía por él me brotaba por los poros y la única persona que no se daba cuenta de eso era yo aparentemente. Hasta que un día un amigo mío, buen samaritano, se dignó a decirme "Negra, despertate. Este tipo te está volviendo loca". Y sí. Lo acepté. Él cortó con la novia, no la quería, dijo. Y nos volvimos cada vez más amigos. Cada vez me ponía más nerviosa, cada vez tenía más celos de otras chicas, cada vez era más inaguantable lo que sentía. Por suerte la gente cumple años y hace fiestas, porque ese día dejamos de ser amigos y nos dimos un beso. El mejor beso que nos dimos en todo el año de novios que estuvimos a partir de ese momento. Esos besos con los que sentís que estás haciendo temblar la Tierra.

Al principio mis inseguridades de chica inexperta, vírgen e inocente hacían que él tuviese que explicarme todo y guiarme por todos lados. Era el mejor novio del mundo, me traía chocolates todos los días, flores, me iba a buscar, me traía, me llevaba, me acompañaba, me mimaba, me todo. Sus viejos y su hermana me adoraban y yo a ellos. Eramos perfectos juntos, dos gotas de agua. Yo me fui de viaje con mi familia, un mes a EEUU. Me dijeron mis amigos que se volvió loco mientras yo no estuve, me extrañaba muchísimo. Así que cuando volví me propuso matrimonio. Yo acepté, claro está. Y desde ese momento me sentí la mujer más afortunada del mundo.

¿Qué pasó? El señorito tenía un sueño pendiente: irse de viaje solo. En primera instancia ese viaje quería hacerlo conmigo, cuando yo terminara de estudiar (yo estaba en primer año de Traductorado Científico-Literario en Inglés - tomá!), pero después dijo que quería hacerlo solo, que era algo que se debía a sí mismo y que no podía arrastrar a nadie en su búsqueda implacable por encontrar su verdadera personalidad y vaya a saber uno qué sarta de boludeces más me comí porque estaba inconcebiblemente ciega. Lo acepté, quería irse solo y eso iba a significar que ibamos a cortar. Ni yo ni él creíamos en relaciones a distancia, así que decidimos seguir juntos, aprovechar el tiempo que nos quedaba, hasta que se fuera. Su idea era irse durante mínimo un año a Europa, a probar suerte, a ver cómo le iba, encontrar trabajo, encontrarse a él, tal vez formar una vida allá, lo que fuera. Pero su relación conmigo lo sofocaba aparentemente, él no podía estar en una relación que tuviese fecha de vencimiento, no le encontraba el sentido. Así que me cortó, el 22 de febrero de 2010.

Pobre de mí, llorando por los rincones de mi casa, la facu y el laburo. Intentando que nadie me viera porque yo tenía las esperanzas de volver con él, pero no. No volvimos. Habían pasado cuatro meses y no volvimos y él... él no se iba. Me lo encuentro en un bar, él había estado evitando las reuniones de nuestros amigos en común porque no quería cruzarse conmigo, pero supuso que yo ya me había olvidado de él y podíamos estar en el mismo lugar sin esos momentos incómodos y etcétera. Pensó mal, porque el segundo en el que lo ví se me frenó el corazón. Aparentemente a él también se le frenó el corazón y, bueno, para hacerla corta... amanecimos juntos. Mis ilusiones de volver aumentaban con el correr de los segundos, pero sus intenciones no habían cambiado en lo más mínimo. Al día siguiente nos vimos devuelta y... amanecimos juntos devuelta. Pero después él se compró el pasaje y se fue. ¿Yo? Lloré.

Ese viaje maldito, la "razón" de nuestra ruptura se volvió el objeto que yo empecé a odiar, sin entender que el malbicho siempre fue él. Ese viaje que pretendía ser de mínimo un año duró menos de un mes. Desde allá me mandó mails, pero nunca me avisó que había vuelto. No me sorprende, supongo que no quería planteos. Su vuelta me dio esperanzas, pero su actitud seguía intacta. Yo lo ví distinto.. lo vi distante, lo ví mala persona. Había cambiado mucho y no sólo conmigo, había cambiado con todos. Había cambiado tanto que le importó poco y nada la relación que tuvo conmigo en su momento y empezó a salir con una amiga mía. Mi "amiga" me prestaba su hombro, me secaba las lágrimas y me decía que todo iba a estar bien, que ya me iba a olvidar de él y que no era alguien que me mereciera. Me encontré con él en una fiesta y me pidió un tiempo para pensar, para ver si quería volver conmigo ¡qué patética fui! Me manejaba a gusto. Ese tiempo se lo tomó eternamente porque no volvimos a hablar.

Meses después, el 30 de diciembre de 2010, nos cruzamos en un cumpleaños, no paró de mirarme toda la noche y yo estaba hecha una diosa, decidida a no darle ni la hora. Charlamos mucho y él me pidió que volviéramos, me dijo que yo era la mujer de su vida y me propuso mudarnos juntos y empezar nuestra vida ese día ¿y yo? Yo acepté, una vez más. Tenía mucho miedo, pero confiaba en que había cambiado y en que él ya estaba listo para una relación seria. Me equivoqué. Me equivoqué una vez más, me equivoqué tanto...

El cuatro de enero de 2011 cortamos. Me dijo que no podía estar de novio, que yo era su mujer ideal, pero que no era el momento para él. También, que él en ese momento no podía rendirle cuentas a nadie y que yo iba a exigirle cosas de novia, cosas que él no me podía dar a mí ni a nadie porque le era imposible comprometerse con una persona cuando él tenía tantos problemas y tantas otras cosas que resolver. Sí, problemas tenés, quedate tranquilo. Su discurso me asqueó, me enrabió como nunca y me dio a entender, finalmente, que ese tipo que yo tenía adelante no era el tipo del que yo me había enamorado tiempo atrás.

Un mes y monedas después de este evento, me entero de que el señorito está de novio con una nena que todavía está en la secundaria. Vos. Fi. Ja. Te.

Perdiste.

Pitch - Out.

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