domingo, 10 de julio de 2011

Malas experiencias

Desde mi complicada simpleza siempre pude apreciar el mundo desde una lente bastante precisa. Lamentablemente, esto que se podría llamar intuición, sexto sentido o instinto, funciona sólo cuando estoy al límite; justo en el borde del acantilado, ahí donde tenés dos opciones nada más: te tirás al precipicio y esperás lo mejor o volvés unos pasos para atrás, sentís la tierra firme y te alejás lo más rápido posible. El problema de echarte para atrás es que te podés quedar con una duda bastante importante; hay cosas que sólo podés confirmarlas tomando la iniciativa.

Con objeto de no quedarme con dudas dando vueltas, esas que molestan y no te dejan pensar en nada más, me tiré al precipicio. Aun cuando mi instinto me decía que no tenía que hacerlo porque la iba a pasar mal, tomé el riesgo. DOS VECES. Hablo de dos situaciones distintas, claro; pero dos veces me pasó lo mismo. Mi olfato femenino me avisó que estaba por cometer un error y sin darle importancia, o por miedo a quedarme con interrogantes, seguí mi curso, esperando lo mejor. Sabiendo que, devuelta, la iba a pasar mal.

¿Conclusión? Tengo que dejar de querer tener esas experiencias y simplemente dedicarme a eso que tengo en frente todos los días. O en mi caso, una vez cada casi dos meses por incompatibilidad de horarios y compromisos. Estas cosas pasan cuando trato de sumarle... ¿diversión? a algo que no era para nada aburrido a decir verdad. Nada. Eso. Me llevé el chasco de mi vida y me dejó una película (dos) eterna grabada en el cerebro. ¿¿¿No hay botón de "Reset"???


Pitch - Out.

No hay comentarios:

Publicar un comentario